La Salud: Entre la Percepción del Ego y la Realidad del Ser
La Salud: Entre la Percepción del Ego y la Realidad del Ser
Vivimos en una época en la que la palabra salud se repite con insistencia en todos los rincones: en medios, conversaciones, políticas y hasta en redes sociales. Se habla de salud física, salud mental, salud emocional. Se recetan dietas, técnicas de meditación, suplementos, ejercicios y terapias. Y aunque todo esto puede ser útil en cierto nivel, rara vez se aborda una pregunta esencial: ¿qué es realmente la salud?
La mayoría de las concepciones modernas de salud parten de una visión mecanicista del ser humano: como un cuerpo separado, con partes que deben funcionar de determinada manera para ser consideradas “normales”. En este modelo, la salud se convierte en la ausencia de síntomas, en un estado funcional que permite producir, rendir y encajar en un sistema.
Pero esta visión, aunque extendida, es limitada. Porque la salud no es simplemente la falta de enfermedad. La salud es una expresión del nivel de consciencia desde el que vivimos.
La visión de la sociedad: salud como control
En la consciencia ordinaria —la consciencia del ego— la salud se convierte en un objetivo a alcanzar o mantener. Está sujeta al miedo: miedo a enfermar, a envejecer, a perder el control. Desde esta perspectiva, el cuerpo es un campo de batalla, y la mente un instrumento de vigilancia constante.
Esta visión fomenta la obsesión, la hipervigilancia y, paradójicamente, el sufrimiento. Cuanto más se intenta controlar la salud desde el miedo, más se pierde la experiencia natural de bienestar. Porque el miedo, en sí mismo, es una de las causas más profundas de disfunción en el cuerpo-mente.
La salud desde la consciencia no dual
En los niveles superiores de consciencia, la salud no se ve como un fin, sino como una manifestación espontánea del equilibrio interior. Desde una visión no dual, el cuerpo no es una cosa separada del alma o del espíritu; es una expresión del Ser, una forma temporal en la que se manifiesta la Consciencia.
La salud, entonces, no depende únicamente de lo que comemos, hacemos o pensamos, sino del campo energético de consciencia con el que estamos alineados. Amor, gratitud, perdón, aceptación y entrega son frecuencias elevadas que fortalecen, armonizan y sanan. Miedo, ira, culpa, resentimiento y orgullo son frecuencias bajas que agotan, tensan y bloquean.
Cuando uno trasciende la identificación con el cuerpo y se reconoce como Consciencia, aparece un estado de profunda paz. Desde ahí, el cuerpo comienza a autorregularse. No porque hayamos hecho algo externo, sino porque la causa de la desarmonía se ha disuelto en la Presencia del Ser.
La paradoja sanadora
El ego lucha por sanar. La conciencia entrega. Y en esa entrega, ocurre lo que el ego nunca pudo lograr: la integración. La salud real no es el resultado de controlar los síntomas, sino de restaurar la coherencia entre lo que somos y lo que vivimos.
Curiosamente, muchas personas comienzan a sanar cuando dejan de luchar por sanar. Cuando sueltan el control y se entregan a un nivel más profundo de confianza. A eso lo llamamos gracia. No es pasividad, sino alineación.
La salud verdadera no puede separarse del estado de consciencia. No es un atributo físico, sino una manifestación energética de la armonía interior. No se trata de evitar la enfermedad, sino de vivir desde una presencia que ya es completa, incluso cuando el cuerpo atraviesa desafíos.
En última instancia, la salud es recordar quiénes somos más allá del cuerpo y la mente. Y desde ahí, permitir que la inteligencia innata del Ser haga lo que sabe hacer: sanar, equilibrar, sostener y expandir.
Alejandro Cuervo